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Channel: La nube de pegatina
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CUATRO GOTAS DE AMOR ANTES DE CADA COMIDA

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Soy todo corazón y eso me hace mal. Soy muy sensible a la belleza.


Abrí los ojos al filo de las once de la mañana. Antes de eso son horas poco flamencas. Bajé a desayunar al bar. Soy un animal de los bares, siempre pasan cosas buenas. El amor comienza en los bares y se rompe en las casas. Pero no fui a la parroquia de siempre, donde creas una relación de amor odio y te sientes obligado a un esto no es lo que parece.


Pedí mi café con leche en vaso con dos sobres de sacarina y sin espuma por favor. Y allí estaba ella, en una mesa cercana. Morena, con un pelo largo precioso, ojos grandes y tipo esbelto. Pequeña de estatura, grande de impronta. Una preciosa piel oscura que con el paso del verano a buen seguro brillará más. Me enamoré antes de desayunar.


                Por eso pierdo la cabeza con tanta facilidad. Socio de la Soledad.


Un poco de escritura, un poco de ejercicio, una ducha. Había quedado para comer en el centro de Madrid, en esas calles en las que hay un recuerdo doloroso de mi vida cada 100 metros. Como el cementerio está lleno de valientes, no reniego del dolor.


Al salir de mi casa quedé hipnotizado. Aquella vecina que era una niña se ha convertido en mujer sin darme ni cuenta. De entrar con carpeta y mochila a salir con un vestido precioso. Mantenía los rasgos faciales de juventud; seguro que licenciada y quizá ennoviada con un alpha que la hará perder los papeles, solo su saludo y sonrisa me removieron por dentro. Me enamoré antes de comer.


Tantas ilusiones convertidas en canciones por cada mujer que conocí.


Comimos en mi japonés de referencia en mi barrio de referencia. Típica cita de actualización, de quetaltevá, quetaltefué, tenemos que volverá quedar. Uno, que es mucho de pasear, decidió proponerlo como plan previo a la sobredosis alcohólica. Había que bajar una copiosa comida. Y servidor, que es pobre pero caballero, pagó la cuenta. Al ir a saldar la deuda descubrí a una empleada que había escapado de mis ojos. Oriental, preciosa. Con un cuerpo digno de una diosa griega disfrazado de ninja. Me enamoré antes del café.


Esta vez no sé si gané o perdí.


Fuimos a tomar algo. El común de la gente queda para tomar algo, cuando ese algo se llama cerveza. Nos sentamos en una terraza de esas que te cobran por existir y te perdonan con la mirada. Y tas varias cervezas, sucumbí a la primavera. La calle estaba llena de preciosas mujeres de todo tipo. Fabulosas todas ellas. Asia a un lado al otro Europa. Sucumbí. Me enamoré antes de cenar.


Pero sufrí y también fui feliz.


Llegué a casa y volví a mi habitual soledad. Duermo poco y mal. Y como buen solitario que soy me encanta soñar despierto. Y es cuando más fuerte me enamoré, porque no hay amor más radical, irracional e intenso que el de los recuerdos. Dejé volar a mi mente, busqué un poco de acción. Soñé, lloré un poco y cuando mi cuerpo dejó de tener fuerzas cayó. Hubo una vez que me enamoré de verdad.


*Los versos corresponden a “Socio de la Soledad”. Canción de Andrés Calamaro, correspondiente al disco Honestidad Brutal. Una canción que podría llamarse Álvaro Velasco.

 

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